Esta vez el trilo cambió de sede para realizar un nuevo encuentro, como adelantábamos, en lo del acordeonista. No sólo demostró sus cualidades musicales sino que una vez más nos deleitó con sus dotes culinarios. Realmente la cazuela fue uno de los puntos más altos de la noche, propicia para los fríos de estos días. El Profeta se lo perdió, no vaticinó su propia ausencia y cuando estábamos sirviendo recién avisó. Pero hubieron invitados, esta vez el Coatí con el que comenzamos a firmar las actas del club Reincidente. Y para inaugurar esta nueva sección se desarroló un debate entorno al disco "Capricho" de la Pequeña Orquesta. Además hubieron relatos de la visita de la banda a Uruguay y otras curiosidades. También se estuvo contemplando la remota posibilidad de que la banda nos visite nuevamente. Después los temas se fueron enrabando y las palabras se extendieron durante horas. Hasta que el fuelle empezó a roncar, derramando lágrimas de aceite desde las teclas. Y la tradición ancestral fue levantando los drunken choirs de una sola garganta. Y así de a poco la bruma fue haciéndose con la noche.
