
Uno se siente como en casa, era la primera vez pero parecía que se estaba volviendo a un lugar conocido. Fue como regresar a los 16 años cuando escuchaba esa música, me juntaba con amigos que se veían como muchos de los asiduos, y frecuentaba lugares como este. Es como un retroceso a mejores tiempos cuando se fumaba dentro de los boliches y cuando los baños no eran solo para mear. Es importante aclarar que nunca salgo a boliches, a no ser que toque alguna banda interesante. Pero en general las propuestas en Montevideo son muy similares, así como en la Ciudad Vieja. Hay demasiada cumbia, mucho rock nacional, electrónica, y nunca música que me agrade. Pero por suerte no es el caso de este lugar, una máquina del tiempo, una isla, un oasis, una rockería. En la tierra donde la gomina marcaba la raya al costado para que no se enmarañara con el 2 x 4 de las tanguerías. Ahora en las rockerías del siglo XXI, eriza el pelo como en los 70. Un placer haber podido visitar este lugar, y por otro lado la tranquilidad de saber que existen escapes como este todavía.
En un momento salimos a la vereda un rato y fuimos testigos de un drama callejero. Ante nuestros ojos se develó la desencantada historia de amor no correspondido de Capuchita y Chanchito. En la puerta habían dos chicas usando capuchas, cualquiera pensaría que era por el frío intenso de la madrugada. Dio vuelta a la esquina un grupo de 3 chicas, que se acercaban a la puerta del boliche. Cuando se aproximaron al lugar una de las chicas del grupo dijo algo así como: "Ponete la capucha nomás". Fue en tono de ironía y dijo algo que dio la pauta que se estaba escondiendo. Era una chica de estatura baja, retacona, de piernas rellenitas y apoyaderas pronunciadas. Parecía una chanchita. Hubo un intercambio de palabras subidas de tono, pero no pudimos registrar bien su contenido. El dúo encapuchado permaneció en una aparente indiferencia. Siguió avanzando el grupo, pero chanchita se dio vuelta y enfiló de nuevo hacia una de las encapuchadas. Enseguida una de sus compañeras la tomó del brazo impidiéndole avanzar. Le dijo: "Dejala, no vale la pena..." y así la convenció de seguir alejándose por Paraná. Nosotros quedamos sacando conclusiones de qué había sido ese despliegue femenino. Mal de amores seguramente. Cuando duele, duele igual para todos, sin importar clases sociales, educación o tendencia sexual.
2 comentarios:
Srta. "A", se la extraña en los Trilos.
AHORA ESTÁ LEGALIZADO EL LUGAR, Y ABRIRÁ LOS VIERNES Y LOS SÁBADOS. ESTÁN TODOS INVITADOS.
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